CONFIRMAN POSIBLE DESCUBRIMIENTO DEL NOVENO PLANETA DE NUESTRO SISTEMA SOLAR
La confirmación, en enero pasado, de la
existencia de un planeta más en nuestro sistema solar presentado por el
astrónomo Michael Brown (descubridor de los planetas enanos Eris y Sedna en el
llamado cinturón de Kuiper) junto a su colega Konstantin Batygin, en la
revista The Astronomical Journal no hace
más que reafirmar la teoría de la existencia del planeta X que muchos astrónomos
persiguen desde hace más de un siglo, a raíz de las observaciones de ciertas anomalías y
perturbaciones en las orbitas de Neptuno y Urano. Cuando en 1930 se descubrió
el planeta Plutón se pensó inicialmente que la gravedad de este planeta podría efectuar estas
perturbaciones sin embargo los cálculos efectuados teniendo en cuanta el tamaño
de Plutón descartó esta posibilidad y continuó la búsqueda.
HACIENDO UN
POCO DE HISTORIA
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El novena planeta cuando su orbita esta cerca al cinturon de Kuiper |
El astrónomo Gerard
Kuiper en 1960 predijo la existencia de un conjunto de cuerpos de cometas que
orbitaban más allá de Plutón a una distancia de entre 30 y 50 ua (Cada ua es la
distancia entre el sol y nuestro planeta, esto es de 150 millones de km),
treinta años antes de las primeras observaciones de estos cuerpos ya que en
1992 se descubrió el primero de ellos por un equipo de la Universidad de Hawái,
desde esa fecha a la actualidad se han observado más de 1,000 cuerpos celestes
en este cinturón de los cuales dieciocho son planetas enanos, algunos son
ligeramente más pequeños que Plutón tal
es el caso de Eris, descubierto en el 2005 por Brown quien ya dos años antes también
descubrió Sedna, otro pequeño y
lejano mundo, mucho menor que Eris, este último cuerpo celeste es un pequeño y
distante mundo helado del mismo tamaño de Plutón y que demostró que el hasta
entonces noveno planeta de nuestro sistema era más que uno entre muchos mundos
similares del cinturón de Kuiper; fueron estos descubrimientos los que provocaron
que un año más tarde, en 2006, la Unión Astronómica Internacional reclasificara
a Plutón, privándole de su título planetario y degradándolo a planeta
enano. La sonda espacial enviado por la
NASA New Horizons descubrió que Plutón tenía un satélite de la mitad de su masa
que se le llamo Caronte, otra características de los gélidos planetas enanos
del cinturón de Kuiper es que tienen una órbita elíptica que en su otro extremo llegan alcanzar la
zona interior de la nube de Oort que empieza a unos 2,000 ua.
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Orbitas de los planetas enanos y la orbita del noveno planeta |
La nube de Oort
es una nube esférica de objetos transneptunianos (Un objeto transneptuniano o
transneptúnico es cualquier objeto del sistema solar cuya órbita se ubica
parcial o totalmente más allá de la órbita del planeta Neptuno.), que envuelven
nuestro sistema solar. Estos objetos
transneptunianos que se encuentran en la nube de Oort son hipotéticos (es
decir, no observada directamente) que se encuentra en los límites del sistema
solar, casi a un año luz del Sol, y aproximadamente a un cuarto de la distancia
próxima a Centauri, la estrella más cercana a nuestro Sistema Solar (Se cree
que la nube de Oort se extiende desde 2000 ua o 5000 ua hasta 50 000 ua del
Sol, aunque algunas fuentes sitúan su límite entre 100 000 ua y 200 000 ua) . Lo
cual quiere decir que nuestro sistema solar no terminaba con el planeta enano Plutón
sino que se extendía hasta las cercanías de la nube de Oort (algunos astronomos
inclusive la incluyen como los linderos de nuestro sistema solar). La Unión
Astronómica Internacional por los datos
recibidos por la sonda New Horizons establecía
que los límites del cinturón de Kuiper son de 30 ua a 100 ua. Michael Brown y su colega Konstantin Batygin eran
del grupo de astrónomos que descartaban la existencia del Planeta X y tras
algunos cálculos y mediciones establecieron la hipótesis que explicaban la mecánica
cósmica de las llamadas "perturbaciones" de las órbitas Urano y
Neptuno. Sin embargo al descubrir los planetas enanos Eris y Sedna y la mecánica elíptica de sus orbitas
similares a los otros dieciséis planetas enanos descubiertos en esta última
década llegaron a la conclusión inequívoca de la existencia de un planeta tan
grande como Neptuno cuya orbita seria excéntrica y elíptica y en un plano angular respecto al plano de las orbitas de los ocho planetas de nuestro
sistema solar y cuya ubicación estaría entre los 100 ua cuando se aproxima al
sol, el perigeo ( es decir muy cerca del cinturón de Kuiper) y a 2,000 ua, el apogeo, en su lugar más lejano
del sol es decir dentro de la nube de Oort, este nuevo planeta necesita entre
10.000 y 20.000 años para hacer sólo una órbita completa alrededor del Sol, la
fuerza de su gravedad es tal que arrastraría a los planetas enanos conocidos a
tener la misma forma elíptica de sus orbitas. Se sabe desde hace tiempo que las
extrañas «maniobras orbitales» de estos pequeños mundos podrían explicarse
gracias a la perturbación gravitatoria de un hipotético planeta gigante nunca visto
hasta ahora.
En 1999 el astrónomo John Matese de la Universidad de Luisiana en
Lafayette planteo la existencia de un hipotético planeta gaseoso situado en la
nube de Oort en los límites exteriores del Sistema Solar, planeta al que se ha
llamado Tyche; Matese y su compañero Daniel Whitmire sostienen que las pruebas
de la existencia de Tyche se pueden ver en el supuesto de origen de los cometas
de largo período; así como la existencia de una variedad de meteoritos lanzados
al interior de los planetas del nuestro sistema solar desde el cinturón de
Kuiper, cuando la órbita de dicho planeta se aproxima al conjunto de meteoritos
que se ubican en este cinturón. Aun cuando esta teoría fue vista con mucho
escepticismo por la ciencia astronómica oficial de la época, con los cálculos y
demostraciones hipotéticas concluyentes de Michael Brown y su colega Konstantin
Batygin en Enero último, podría decirse
que los pioneros de esta teoría fueron Matese y Whitmire.
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La Nube de Oort |
En 1984 fue publicado un artículo de investigación por R. A. Muller (físico, Universidad de
California en Berkeley), Piet Hut (físico, Instituto de Estudios Avanzados de
Princeton) y Marc Davis (Princeton) en la revista Nature que denominaron
Hipótesis Némesis, donde se postulaba la posibilidad de que nuestro Sol forme parte de un sistema
binario con una estrella oscura y pequeña, tal vez una enana marrón que
orbitaría a entre 1 y 3 años luz de su pareja. Cada 26 millones de años,
Némesis pasaría cerca o entraría en la nube de Oort, desestabilizándola y
lanzando lluvias de grandes cometas en dirección al Sol, lo que nos explicaría
la aparente periodicidad de los grandes impactos y las extinciones asociadas
(confirmada por el registro fósil y los estratos geológicos de iridio
extraterrestre). Esta hipótesis causo tanto revuelo en los medios científicos
que fue desestimada ya que las grandes extinciones no coinciden con la
periodicidad de años que los mentores de esta hipótesis referían.
LA EXISTENCIA DEL PLANETA X EN LA MITOLOGIA DE
LAS ANTIGUAS CIVILIZACIONES DE LA HUMANIDAD
Desde los albores de
nuestra humanidad, el hombre siempre observo el cosmos como queriendo buscar
respuestas a los fenómenos atmosféricos, telúricos y volcánicos que se
manifestaban en nuestro planeta, su
habitad; e intuitivamente la relacionaban con los cuerpos celestes que
podían apreciar en la inmensidad del espacio estelar nocturno y al sol durante
el día; e incluso les dieron un contenido de espiritualidad a las estrellas y
cuerpos celestes observados elevándoles al rango de divinidad; es así como
nacen las creencias religiosas; tal como lo explica Stephen Hawking en su libro
“El gran diseño” cuando escribe: “… la mayoría de los fenómenos de la
naturaleza pareció imposible de predecir para nuestros antepasados. Volcanes,
terremotos, tempestades, epidemias y uñas de los pies creciendo hacia dentro
parecían producirse sin causas obvias ni regularidades manifiestas. En la
Antigüedad, resultaba natural adscribir los actos violentos de la naturaleza a
un panteón de deidades traviesas o malévolas. Las calamidades eran consideradas
a menudo como una señal de que se había ofendido a los dioses” (pg. 8 “El Gran Diseño”
por Stephen Hawking, Ediciones Critica, España 2010). Hawking manifiesta que fueron
los sabios Jónicos quienes ya en el siglo V AEC dieron explicaciones racionales
sobre los fenómenos cósmicos, como los eclipses lunares y de sol, el último de los sabios jónicos Aristarco (310-230 AEC), estableció la
heliocentridad del sol en nuestro sistema solar; sin embargo lo que Hawking quiere ignorar es
que muchos de esos conocimientos son mucho más antiguos; los últimos estudios
de las tablillas sumerias (la primera civilización conocida de nuestra actual humanidad) sugieren que ellos ya tenían este concepto
tres mil años antes que los sabios jónicos,
ya que fueron los primeros que calcularon la precesión de los equinoccios por lo tanto
tenían que haber tenido la conceptualización de la heliocentridad del sol respecto
a los demás planetas de nuestro sistema solar; Zecharia Sitchin un erudito en el
conocimiento
del hebreo moderno y clásico, de las lenguas semíticas y europeas, el Antiguo
Testamento y la historia y arqueología del Oriente Próximo, además estudió en
la London School of Economics and Political Science y se licenció en la
Universidad de Londres; en su libro “El duodécimo planeta” nos dice que el
conocimiento de los antiguos sabios jónicos del que nos habla Stephen Hawking “se
basaron en un conocimiento acumulado y verificado durante milenios siendo sus
mentores, «los astrónomos babilonios de Erek, Borsippa y Babilonia». Gemino de
Rodas indicó a los «caldeos» (los antiguos babilonios) como los descubridores
de los movimientos exactos de la Luna. El historiador Diodoro Sículo, en el
siglo I a.C, confirmó la exactitud de la astronomía mesopotámica, y afirmó que
«los caldeos dieron nombre a los planetas... en el centro de su sistema estaba
el Sol, la luz más grande, del cual los planetas eran 'descendientes',
reflejando la posición y el brillo del Sol». La fuente del conjunto de conocimientos astronómicos griegos era,
entonces, Caldea; invariablemente, aquellos primitivos caldeos poseían un
conocimiento mayor y más preciso que el de los pueblos que les siguieron.
Durante generaciones, por todo el mundo antiguo, el nombre «caldeo» fue
sinónimo de «observadores de estrellas»: de astrónomos. (pag. 125; “EL 12º
PLANETA-El primer libro de “Crónicas de la Tierra” por Zecharia Sitchin,
Ediciones Obelisco, Espana; 1976). Más adelante nos escribe “El descubrimiento
de las civilizaciones mesopotámicas, realizado con las excavaciones efectuadas
en los últimos cien años, no deja lugar a dudas de que, tanto en el campo de la
astronomía como en otros muchos campos, las raíces de nuestro conocimiento
están profundamente arraigadas en Mesopotamia. También en este campo hemos
recurrido y continuamos el patrimonio de
Sumer.” (Pag. 126 Ibíd.) Coincidiendo en este aspecto con otro prestigioso
erudito con las antiguas civilizaciones como Samuel Kramer quien escribe: “Los
sumerios reflexionaron y especularon sobre la naturaleza del universo, sobre
sus orígenes y aún más sobre su organización y modo de funcionar. Existen
buenas razones que permiten suponer que durante el tercer milenio a.C. hizo su
aparición un grupo de pensadores y profesores, quienes para responder a estos problemas, habían construido una
cosmología y una teología tan inteligentes y convenientes que quedaron y
gozaron de un inmenso prestigio, en una gran parte del próximo Oriente Antiguo”
(pag. 71 “La Historia empieza en Sumer” por Samuel N. Kramer; Ediciones ORBIS
SA, Barcelaona-Espana, 1985 edición en Español, la primera edición fue el año
1956 en Ingles bajo el auspicio de la editora AYMA en Colorado USA).
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Zecharia Sitchin mostrando un antiguo bajo relieve acadio, |
Bueno a todo esto me preguntaran ¿Qué tiene
que ver todo esto con los últimos descubrimientos astronómicos mencionados
líneas arriba? Es indudable que la búsqueda del Planeta X también despertó el
interés de investigadores en otros campos relacionados con la Historia de las antiguas civilizaciones, como
el mencionado Zecharia Sitchin ya que en la reinterpretación de la antiguas
tablillas sumerias nos relata que se
hallan registradas el conocimiento que tenía esta antigua civilización de un
planeta más de nuestro sistema solar llamado Nibiru de donde provinieron sus
dioses que llamaron los Annunakis (Los que del cielo bajaron a la tierra). Los
Sumerios conocían los planetas de nuestro sistema solar llamándoles de la
siguiente manera: Apsu (Sol), Mummu (Mercurio), Lahamu (Venus), Ki (La Tierra), Kingo ( La Luna), Lahmu (Marte),
Kishar (Júpiter), Anshar (Saturno), Anu (Urano), Ea (Neptuno) y Gaga (Plutón) y
a ellos incluyen a Nibiru.
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La tablilla Acadia, que en la toma anterior estaba en poder de Sitchin, nos muestra nuestro sistema solar tal como lo veian las antiguas civilizaciones mesopotamicas |
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Es posible que un gran diluvio haya destruido la Atlantida |
¿ Sera que los antiguos sumerios hayan sido sobrevivientes de los atlantes?.
La existencia de un planeta tan grande como Neptuno y que cada
20,000 años se aproxime al cinturón de kuiper, podría arrojar hacia dentro de
nuestro sistema solar muchos asteroides de hasta 100 kilómetros de diámetro; imagínense que en
el pasado el asteroide que impacto con la tierra hace 65 millones de años y que
provoca una extinción masiva de vida animal borrando de nuestro planeta a los
gigantescos dinosaurios, se calcula que tuvo solamente unos 20 kilómetros con
un impacto de varias bombas atómicas que cosa haría un meteórico de 50 o 100 km
de diámetro. Sin embargo lo más probable es que los mas pequeños y livianos sean
los primeros en salir disparados al interior de nuestro sistema solar; sabemos
que con mucha frecuencia atraviesan y hasta impactan con la atmosfera de
nuestro planeta pequeños meteoritos de hasta el tamaño de un balón de futbol
que se desintegran sin causar mayores estragos; el 15 de febrero del
año 2012 un asteroide al que llamaron DA14,
con un tamaño de unos 50 metros de longitud paso cerca de la Tierra, a una
distancia de sólo 27.700 kilómetros.
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Asteroide DA14 que el 15 de febrero del 2012 paso cerca de la tierra |
Y el mismo día, una roca espacial de 17 metros
explotó sobre los Montes Urales en Rusia, con una energía de alrededor de 40
kilotones de TNT. Se sabe que unas 1.000 personas resultaron heridas ya que la
ola del impacto quebró ventanas y azotó edificios. Los astrónomos de la NASA
recién se dieron cuenta de la existencia de este meteorito cuando ya lo vieron
pasar a través de los telescopios; no se
percataron de la existencia de este objeto espacial con mucha antelación, es
decir que su paso nos sorprendió. Es muy posible que en el pasado prehistórico
cuando el noveno planeta se acercó al cinturón de Kuiper haya lanzado al
interior de nuestro sistema solar pequeños meteoritos miles de veces más que
los que habitualmente pasan por las
cercanías de nuestro planeta. La posibilidad que en el lejano pasado nuestro planeta pudo haber sido víctima del impacto de meteoritos relativamente grandes y que
además estos impactos pudieron haber
causado muchos estragos desapareciendo a antiguas civilizaciones se hace viable
con los actuales estudios efectuados por los astrónomos Michael Brown y Konstantin Batygin, además
tales acontecimientos que pudieran sucederse cíclicamente cada 20 mil años con mínima
intensidad en muchos casos y otros tan catastróficos que quedaron en la memoria
colectiva de los pueblos sobrevivientes y quienes volvieron a empezar a formar
nuevas culturas.
Si tan solo nos imaginamos que nuestra especie, el homo
sapiens, aparece sobre las faz de la tierra hace más o menos unos 160 mil años;
no creo que hayan tenido que medrar tantísimos años para recién hace unos siete
mil años formar la primera civilización conocida como la de los Sumerios. Así
que la historia de los Atlantes en la tradición de los egipcios contado por el
sabio Solón a Platón muy bien no haya sido tan solo una leyenda. Zecharia
Sitchin nos escribe lo siguiente: “…. el Diluvio no fue un acontecimiento local
o una inundación periódica. Fue, según todos los relatos, un acontecimiento de
una magnitud sin precedentes que sacudió la Tierra, una catástrofe que ni el
Hombre ni los dioses habían experimentado hasta entonces, ni han experimentado
después.”
“Los textos bíblicos
y mesopotámicos que hemos examinado hasta ahora dejan unos cuantos misterios
por resolver.”
“¿Qué terrible
experiencia sufrió la Humanidad, que hizo que a Noé se le llamará «Respiro»,
con la esperanza de que su nacimiento señalara el fin de las penurias?”
“¿Cuál era el
«secreto» que los dioses juraron guardar, y del que se acusó a Enki de haberlo desvelado?”
“¿Por qué el
lanzamiento de un vehículo espacial desde Sippar fue la señal para que
Utnapistim entrara y sellara el arca?”
“¿Dónde estuvieron
los dioses mientras las aguas cubrían hasta la más alta de las montañas? ¿Y por
qué valoraron tanto el sacrificio de carne asada que hizo Noé/Utnapistim?”
“A medida que vayamos descubriendo las respuestas a éstas y otras preguntas, veremos que el Diluvio no fue un castigo premeditado, producido por los dioses por voluntad propia. Descubriremos que, aunque el Diluvio fue un acontecimiento previsible, también fue inevitable, una calamidad natural en la cual los dioses no representaron un papel activo, sino pasivo.” (Pag. 257 “EL 12º PLANETA-El primer libro de “Crónicas de la Tierra” por Zecharia Sitchin, Ediciones Obelisco, España; 1976).
La tecnología con la que actualmente poseemos
no solo nos permitirá descubrir muchos enigmas del cosmos sino que además nos posibilitaría
conocer el entorno de nuestro sistema solar acercándonos cada vez más al
conocimiento de nuestro pasado prehistórico, desvelando muchos misterios que
aun rondan fantasmalmente entre el mito y la realidad histórica.