Con Víctor Raúl Haya De La Torre y la Juventud Aprista
Aquella primavera de 1976 fueron inolvidables
para mi hermano gemelo y el mío propio, pues tuvimos la ocasión de conocer a un
personaje de importancia nacional y porque no decirlo también de relevancia
mundial: era la época del gobierno revolucionario de las fuerzas armadas
presidida por el General Francisco Morales Bermúdez que a pesar de dar un rumbo
abierto y menos dictatorial a su gobierno y prometer una transición
democrática, quedaron los rezagos del régimen socialista del General Juan
Velasco Alvarado a quien destituyó en 1975, pues la literatura comunista inundó
las bibliotecas universitarias y de institutos superiores y que de alguna
manera llamaron mi atención; en casa nuestro padre tenía una biblioteca
personal muy inusual para ser una biblioteca familiar pues ocupaba dos
ambientes de nuestra casa; tenia las obras completas de Carlos Marx así como
también las obras completas de Víctor Raúl Haya De La Torre, debo confesar que en un principio asimilé algunos
de los postulados del marxismo y del Antiimperialismo y el APRA como un
referente para el cambio social de nuestro país y mi hermano gemelo Américo
siempre buscaba el equilibrio él apostaba por un cambio dentro de los causes de
la democracia tal cual postula Haya De la Torre en “Treinta años de Aprismo” lectura que había calado hondo en su
percepción política ( y es que no exista dos Aprismos, lo que pasa es que los
lineamientos de acción del aprismo de los años 30 tenían que ser diferentes a
la de los años 50 más aun cuando el mundo político mundial se dividía en
dos tendencias ideológicas, la del
comunismo imperialista ruso y la de la libertad y democracia enarbolada por el
imperialismo norteamericano; eran épocas de la guerra fría) nuestro padre quien
desde muy joven abrazó la causa aprista y queriendo que sus hijos siguieran
esta línea ideológica, había notado estas inquietudes nuestras y nos llevó, un
día jueves de Setiembre de aquel año, a la “casa del pueblo” (como se le llama
al local principal del Partido Aprista Peruano ubicada en la avenida Alfonso
Ugarte en el centro de Lima) donde Víctor Raúl Haya De la Torre (fundador del
APRA) disertaba una secuencia de clases de Historia, Ideología y Doctrina
aprista; en el marco de actividades que llevaba adelante las Universidades
Populares Gonzales Prada. Recuerdo que ese día también nos acompañó nuestros
hermanos Ulises y María Ortencia así como nuestra querida madre. Estábamos
sentados en una de las bancas del aula magna esperando el ingreso de Víctor Raúl,
mientras esperábamos nuestro padre se dispensaba por unos instantes para acercarse
al estrado a saludar a algunos conocidos suyos quienes eran ni más ni menos don
Ramiro Piarle y Armando Villanueva Del Campo; cuando de un momento a otro los presentes se
pusieron de pie y empezaron a hacer unas palmadas de tonadita agradable (después
supe que dichas palmas eran tradicionales entre los apristas). Conocíamos a Víctor
Raúl Haya De La Torre a través de nuestro padre y quizás por medio de alguna
revista o periódico, sin embargo en aquella ocasión sería el primer contacto en
vivo y en directo en que tendríamos ante sí la presencia de este gran político
peruano; vimos ante nosotros a un anciano hombre octogenario alto, blanco y muy
obeso tanto así que su caminar era tambaleante y lento, pero pese a los años a
cuestas y su voluminosa humanidad su temperamento irradiaba vitalidad y
transmitía cierta ascendencia ante la multitud, característica innata en todo líder.
Halla De La Torre muy seguro de sí ordenaba a sus acompañantes para que
dispusieran lo necesario para empezar su alocución, se probaban los micrófonos
y el volumen del equipo de audio; al empezar sus clases hizo una breve sinopsis
de lo avanzado la clase pasada, inmediatamente los nuevos nos pusimos al día,
pues se disertaba la historia del aprismo en la época de la llamada la “gran
clandestinidad” comprendido entre los años 1936 hasta 1945 y la primavera
democrática de los años 1945 y 1948 con el frente democrático y el gobierno de
Bustamante y Ribero. Debo confesar que la historia del Perú recién lo comprendí
con la manera tan magistral que llevaba adelante sus clases Víctor Raúl y que
tanto Américo como yo lo seguiríamos en adelante todos los jueves en la casa
del pueblo. Pues bien una vez terminado esta clase el compañero “jefe” (es así
como se le llamaba a Haya De La Torre) pasaba a su oficina en el segundo piso
del local partidario, donde recibía uno por uno a cada uno de militantes y
simpatizantes que deseaban saludarlo, tuvimos que hacer nuestra fila que se
prolongaba hasta las escalinatas del primer piso, los partidarios y
simpatizantes aprovechaban el momento para pedir autógrafo al gran líder así
como para efectuar algunas tomas fotográficas para el recuerdo; y llego nuestro turno (ahora lamento no haber
tenido la intuición de llevar alguna cámara fotográfica para dar testimonio gráfico
de este histórico encuentro)y es en esa
circunstancia en que nuestro padre nos presentó a este gran político peruano;
Haya De La Torre que conocía a nuestro padre lo saludó efusivamente luego nos
saludó y muy cordialmente nos invitó para ese domingo a su casa en Quinta
Mercedes ubicado en el distrito de Ate Vitarte, ya que ese día la juventud
aprista peruana se reuniría a celebrar un aniversario más de su creación; a
Tenchita (como llamábamos a nuestra hermana) Haya le obsequió una pulserita con
las inscripciones de la Juventud Aprista Peruana (JAP). Este primer contacto
con este insigne personaje causó en nosotros una grata impresión.
Con mucha impaciencia ese domingo en la tarde,
Américo y yo fuimos a Quinta Mercedes,
creo que era muy temprano pues éramos los primeros en llegar; nos atendió Jorge
Idiáquez, secretario de Haya de la Torre quien nos hizo esperar en los jardines
interiores del inmueble que tenía las características de una casa campestre;
esperamos sentados en una banca apreciando aquel soleado atardecer, el suave silbido
de algunos pajarillos rompían el silencio que en algún momento parecía ser una
manera de comunicación extrasensorial entre Américo y yo, luego hicimos más
tangible nuestra comunicación y conversamos sobre las didácticas clases de ese
último jueves y sin pensarlo pasaron cerca de una hora cuando empezaron a
llegar algunos jóvenes en pequeños grupos todos integrantes de la Juventud
Aprista Peruana, y en menos de media hora el grupo de jóvenes se hizo más
numeroso, algunos llevaron guitarras, quenas y alguno que otro instrumento
musical quienes con melodiosos himnos y canciones populares alegraron la tarde,
luego nos enteramos que esas reuniones eran muy frecuentes los domingos. Serían
las seis de la tarde cuando el “jefe” por fin haría su aparición,
inmediatamente los jóvenes lo recibimos con las palmadas tradicionales del
saludo aprista y después de entonar la primera estrofa de la marsellesa aprista
procedimos a saludar uno a uno al compañero “jefe”, en ese instante Américo y
yo aprovechamos para que nos autografiara un libro escrito por Guillermo
Thorndike titulado “El año de la barbarie” (en la que se relataba los hechos
históricos de la revolución de Trujillo en el año de 1932) y amigablemente
escribió el siguiente texto: “ al compañero Abraham Zorrilla De La Barra
(nuestro padre) y sus catorce hijos apristas con fraternal afecto de V.R. Haya
De La Torre”; cerca de las siete de la tarde los jóvenes empezaron a acomodar
varias mesas revistiéndolas con blancos manteles, nosotros ayudamos a colocar
en cada lado de las mesas varias bancas, pues se iban a servir las conocidas frejoladas
apristas que consistían en un frugal plato de arroz con frejol y huevos fritos
pues dada la cantidad de los presentes tenía que hacerse alcanzar la merienda,
pero lo que más nos importaba a los presentes era departir con el “jefe”. La
reunión se hizo muy amena cuando Haya De La Torre nos contaba muchas de sus
vivencias en su visita en otros países, nos hablaba de las costumbres en los países
orientales, así por ejemplo la existencia de las castas en la India, lo
profundo de la filosofía hindú y la creencia de la encarnación del alma muy
difundido en la cultura oriental. De pronto hizo su aparición un joven que
luego supimos era Carlos Roca dirigente estudiantil de La Universidad Católica
del Perú; y según nos enteramos llegaba de Europa de una convención de la
Juventud Socialdemócrata, Haya le preguntó por Alan García quien por esos años
seguía cursos de post-grado en España; para nosotros era la primera vez que
escuchábamos ese nombre sin embargo para la mayoría de los presentes ya era
todo un personaje que por sus dotes de orador y su gran ascendencia como líder
juvenil, era todo una promesa de la nueva generación aprista. Esa tarde fue
inolvidable para nosotros, pues a partir de esa fecha y durante todo el año
1977 no dejamos de asistir todos los jueves a nuestras clases de
adoctrinamiento aprista. Para el año 1978 el gobierno militar había decretado
elecciones para elegir un Congreso Constituyente, entonces todos los
movimientos políticos se prepararon para la campaña electoral, Américo y yo nos
inscribimos como militantes en el local sectorial de Lince, Américo fue
nombrado como integrante de la directiva de la juventud aprista de ese sector,
hicimos trabajo proselitista, sin embargo en nuestro barrio de Santa Beatriz
notamos mucha resistencia, pues había cierto prejuicio de algunos jóvenes que
habían recibido de parte de sus padres respecto del partido aprista, por otro
lado Américo notaba y me comentaba que la juventud aprista no dejaba de ser un
grupo con atisbos cofradicos y poco tolerante pues debería ser más abierto para
llegar a otros jóvenes, sin embargo esa intolerancia era una característica
común en todos los grupos políticos existentes, pues en el fragor de la campaña
tuvimos encuentros callejeros nada amistosos con jóvenes de otros movimientos
políticos que terminaban en descomunal gresca; desde ese momento Américo empezó
a desarrollar la idea de crear una organización de juventudes más amplia donde
en su seno cobije a jóvenes de distintas corrientes ideológicas para confluir
en metas comunes para el bienestar de la colectividad.
En Abril del año 1978 fueron las elecciones y
las ganó el Partido Aprista Peruano asegurando para sí el mayor grupo de
constituyentes y la presidencia de dicho congreso al haber alcanzado Víctor Raúl
Haya De La Torre el mayor número de votos preferenciales.
Los meses siguientes nuestra participación
dentro de la juventud aprista de Lince se hizo más efímera ya que tanto Américo
como yo nos distanciamos para llevar adelante el proyecto que teníamos
adelante, organizar las agrupaciones comunales de juventudes, o como Américo
gustaba llamar las agrupaciones juveniles de barrio. Terminando ese año nos
enteramos que Víctor Raúl Haya De La Torre tenía problemas de salud, por lo que
tuvo que viajar a Houston, Estados Unidos, para un chequeo médico donde se le
detectó cáncer a los pulmones en estado muy avanzado fue una noticia tan penosa
para nosotros que estábamos preparando el ánimo para lo peor, sin embargo el
“jefe “llevó muy estoicamente su enfermedad cumpliendo sus compromisos
políticos hasta que las fuerzas lo permitieran. Es así como en la madrugada del
2 de agosto del año 1979 Américo me despertó muy atribulado dándome la triste
noticia del fallecimiento de Víctor Raúl Haya De La Torre, al levantarme me
percaté que casí todos en casa estaban ya despiertos al lado del antiguo radio
que teníamos en casa escuchando los pormenores de la triste noticia, ahí estaba
mi papá y junto a él Luis y Ulises también expresando mucha pena; serían las
cinco con treinta minutos de la madrugada y aún estaba oscuro el firmamento, al
parecer había lloviznado toda la noche y cerca de las siete de esa mañana un
leve temblor de tierra nos hizo salir del letargo que la noticia había hecho de
nuestro ánimo. Los funerales se hicieron en el aula magna del partido aprista
donde fuimos Américo y yo como la gran multitud del pueblo aprista a dar el
último adiós al compañero “jefe”. Recuerdo cuando en una carta que Américo le
escribiera a un compañero nuestro que por esos años radicaba en Caracas,
Venezuela, le decía: “........ Tengo un gran pesar por el fallecimiento del
“jefe”; aquel 2 de agosto fue un triste amanecer tanto así que hasta el cielo
lloró y la tierra supo estremecerse como queriendo hacer sentir también su gran
pesar, ríos de lágrimas recorrieron la avenida Alfonso Ugarte y la multitud no
se resigna dejar a su líder; pues Haya De La Torre a muerto..... ¡Víctor Raúl,
presente!”
Dante R. Zorrilla Vidalon
(Parte del texto de un inédito que escribí hace
ocho años titulado: “Américo Zorrilla: Vivencias
juveniles con mi hermano gemelo”)
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