Algunas declaraciones del papa Francisco I
respecto a la aceptación de la Iglesia Católica de la teoría del Big Bang que
explica la creación del universo según
la comunidad científica mundial, parecen sorprender a muchos, principalmente a
los creyentes ortodoxos e irracionales que aun defienden la creación bíblica
del Génesis; es necesario poner en
conocimiento a las personas creyentes que la Biblia no es un libro de corte
científico, ni histórico, es más que todo un libro de orientación religiosa, así
que la mención que hace respecto a la creación divina no tiene implicancia
científica. La teoría del Big Bang planteada por el sacerdote astrologo y
astrofísico belga Georges Lemaitre en
1931, quien propuso la idea de que el universo se originó con la explosión de
un «átomo primigenio» o «huevo cósmico» o hylem, además reafirma la interesante
conceptualización de que nuestro universo tuvo un inicio por tanto tuvo que
haber una mano divina para ello. Rice Broocks en su reciente obra “Dios no está
Muerto; la evidencia detrás de la película” argumenta con cierta solidez la
relación que existe entre creacionismo con el comienzo del universo, puesto que
nada comienza al azar; siempre existe una causa divina para ello. Estoy de
acuerdo con esa visión creacionista; empero la idea que tenemos de un Dios creador muy personalizado, que digita
los destinos de nuestra humanidad, pierde solidez argumental cuando observamos
a través de la historia que nuestra humanidad se desarrolló sin un patrón
preconcebido hasta llegar a formar la civilización actual con todos sus adelantos tecnológicos y sus miserias
espirituales y morales. Cuando aparece nuestra especie, el homo sapiens, sobre
la faz de la tierra hace cerca de ciento sesenta mil años; no hubo nadie quien
lo guiara ni enseñara la manera de desenvolverse en su medio; nuestra especie
tuvo que aprender a través de la
experiencia cotidiana a sobrevivir de los grandes animales depredadores, a
aprender a cazar pequeños animales, recolectar frutas o semillas para su
sustento diario y agruparse en pequeñas comunidades identificadas por lazos de
parentescos llamados clanes; largo y penoso fueron los años que transcurrieron
para aprender la manera de sobrevivir en un mundo tan agreste como la tierra de
entonces; como toda especie animal cada clan marco su territorio defendiéndolo
a muerte de cualquier invasor de su misma especie por instinto de
supervivencia. ; el proceso de
aprendizaje para formar sociedades con ciertos rasgos de cultura fue muy largo,
se calcula unos cien mil años, el hombre
recién forma comunidades con desarrollo cultural cuando conoce la agricultura
hace cerca de nueve mil años y luego da el gran impulso de formar civilización
con los sumerios hace cerca de siete mil años. El aprendizaje del hombre para
formar civilización no fue tan fácil, no hubo divinidad alguna que lo guio, en
todo caso el hombre quiso tener una divinidad muy personalizada a su clan para
que lo cuidara. Es posible que Dios no se manifestara tal lo como pensamos o
como lo teologizan todas las religiones.
Einstein siempre creyó en un universo maravillosamente ordenado y “organizado,
obedeciendo ciertas leyes, pero solo entendemos las leyes vagamente. Nuestras
mentes limitadas no pueden captar la fuerza misteriosa que balancea las
constelaciones." (Viereck, George Sylvester. "Glimpses of the
Great". Duckworth, 1930. p. 372-373.; También en Einstein: His Life and
Universe por Walter Isaacson, p. 386) dando a entender que las leyes que rigen
el universo está basado en un orden preestablecido (¿Acaso por alguna fuerza
divina?). Einstein no creía en un Dios personalizado como lo atribuían la
mayoría de las creencias religiosas, nuestra humanidad a través de la historia
siempre quiso creer en un Dios con todos los sentimientos de las pasiones
humanas, en cambio Einstein no lo concibió así, en cierta ocasión manifestó:
"Creo en el Dios que se revela a Sí mismo en la armonía de leyes del
mundo, no en un Dios que se preocupa por el destino y las acciones de la
humanidad." (24 de abril 1929, en respuesta a la pregunta de Herbert S.
Goldstein: "¿Crees en Dios?". New York Times, 25 de abril 1929). Años después en una carta dirigida a uno de
sus alumnos escribió: "Cualquiera que está seriamente ocupado en la
búsqueda de la ciencia se convence de que un Espíritu se manifiesta en las
leyes del Universo - un Espíritu sumamente Superior al del hombre, y uno ante
el cuál nosotros con nuestras modestas facultades nos debemos sentir humildes.
De esta forma la búsqueda de la ciencia lleva a un sentimiento religioso de un
tipo especial, que es de hecho bastante diferente de la religiosidad a alguien
más ingenuo." (24 de enero de 1936, en una carta a un alumno llamado
Phyllis Wright. Einstein y la religión: Física y Teología (1999), Max Jammer,
p. 92-93.). La pregunta entonces que nos planteamos es: ¿Cuál es el propósito
de la existencia de este universo material? Los actuales estudios de la física
cuántica están llegando a la conclusión de la existencia de varias dimensiones
o multiuniversos paralelos explicando de esta manera los fenómenos de las
partículas subatómicas en el microcosmos cuando estas aparecen aleatoriamente
para luego desaparecer y volver a
aparecer en otro lugar. La conceptualización de la existencia de varias
dimensiones que interactúan entre sí podrían explicar no solo el fenómeno
descrito líneas arriba sino también el paradigma que representa para la ciencia
la existencia de la Fuerza Gravitatoria, así como la existencia de aquella
energía que mantiene en equilibrio todas las leyes que rigen estos universos
materiales (tanto en el microcosmos como el macrocosmos); esta gran energía de la que
no tenemos el mas mínimo conocimiento y que solo sabemos de su existencia por sus efectos; es la que
proviene de aquella dimensión espiritual que fue antes de los multiuniversos
materiales y creadora de ellas; es decir la dimensión divina donde habita ese
gran espíritu que llamamos Dios; quien dio el soplo espiritual a todos los
seres vivientes que habitan en los
millones de galaxias existentes en todos los universos para que evolucionen en
cuerpos materiales en un proceso de aprendizaje y desarrollo espiritual para
alcanzar, después de varias existencias materiales el grado de iluminación y
retornar a aquella dimensión espiritual repotenciando los mundos materiales. Actualmente nuestra humanidad ha logrado un
desarrollo impresionante en el
conocimiento científico y tecnológico, sin embargo se ha estancado en el
desarrollo espiritual. A través de las diferentes civilizaciones de
la antigüedad, han aparecido hombres iluminados con elevado nivel de conciencia
tales como Ramana Maharshi, Ramakrishma,
Siddharta Gautama y Jesús quienes han
querido despertar nuestras conciencias por medio de sabias enseñanzas para
distintos niveles de entendimiento, porque cada uno de nosotros tenemos un
potencial espiritual dentro de sí que está dormido y debemos desarrollarlo;
quizás esto no lo logremos en una vida, el aprendizaje a que está sometido
nuestro espíritu en este mundo material quizás lo logremos a través de varias
reencarnaciones, dependiendo del grado de nivel de conciencia que tengamos
espiritualmente, cuando logremos el nivel superior de conciencia como un
iluminado entonces nuestro espíritu ya no necesitara más estar atado a un
cuerpo material, es el momento de retornar a aquel plano o dimensión espiritual de donde vino, aquella
dimensión espiritual que fue anterior y creadora de nuestro universo material.
Jesús impartió enseñanzas para desarrollar nuestro yo interior, lastimosamente
todo su ministerio ha sido mal interpretado y se ha incluido en su credo
tradiciones paganas y un confuso dogma teológico que ha distorsionado el
contenido de fondo de sus enseñanzas. En
el Evangelio Según Tomas (recogido de los manuscritos hallados en Nag Hammadi en 1945) Jesús dice:
“Si aquellos que os guían os dijeren: ved el reino está en los cielos. Entonces
las aves del cielo os tomaran la delantera. Y si os dicen: Esta en el mar.
Entonces los peces os tomaran la delantera.
Mas el reino está dentro de vosotros y fuera de vosotros. Cuando lleguéis
a conoceros a vosotros mismos entonces seréis
conocidos y caeréis en la cuenta de que sois hijos del padre viviente. Pero si
no os conocéis a vosotros mismos, estéis sumidos en la pobreza y sois la pobreza misma”. En el Evangelio canónico
de Juan 14 dice: “11 Creedme que yo
estoy en Dios y Dios está en mí; de otra manera creedme por las mismas
obras. 12 De cierto de cierto os digo:
El que en mi cree, las obras que yo hago vosotros también lo harán; y aún obras mayores harán porque son
de Dios.” Lo que quiere decir que cada uno de nosotros tenemos esa chispa
divina dentro de sí que debemos descubrir y desarrollar. Es esta nuestra
humanidad, la que decide su propio destino nada está predestinado ni
profetizado; es el nivel de espiritualidad del conjunto de nuestra humanidad el
que decide el bienestar o malestar del mundo material en
el que vivimos.
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