JORNADA OBRERO-ESTUDIANTIL POR LA LIBERTAD DE CONCIENCIA DEL 23 DE MAYO
DE 1923
Victor Raul Haya De La Torre |
El pasado 23 de Mayo, se recuerda en la historia de nuestro país del
siglo pasado; la jornada de la libertad de conciencia en el Perú,
cuando hace 96 años la juventud universitaria conjuntamente con la clase
trabajadora protagonizaron una marcha de protesta en contra la Consagración de
la Republica al Sagrado Corazón de Jesús propugnada por el Arzobispo de esa
época Monseñor Emilio Lissón en una pastoral de abril de 1923, bajo el auspicio
del gobierno del Presidente Augusto B. Legia quien para soslayar el rechazo de
una gran mayoría de la población que ocasionó su reelección al mandato presidencial; urdió esta maniobra de claro tinte político en
confabulación con el Arzobispo de Lima declarando la celebración en una
fastuosa ceremonia consagratoria de la República al Corazón de Jesús para el 31
de mayo de 1923. La juventud de entonces vio en esta pretendida maniobra el
aprovechamiento del sentimiento católico del pueblo para justificar una
posición injustificable de tinte
político-religioso y que significaba “un atentado a la libertad de conciencia y
una injuria a la dignidad nacional”.
Haya y los trabajadores en uno de los locales de las Universidades Populares |
Luis Alberto Sánchez escribe sobre los móviles de la pretendida Consagración
al Sagrado Corazón de Jesús en los siguientes términos: “Entretanto, para
afianzar la reelección, planeóse la consagración del Perú al Corazón de Jesús,
no obstante que la Constitución garantiza la libertad de cultos. El Arzobispo
Emilio Lisson coadyuvaba a este proyecto. Las actividades financieras de este prelado,
que realizaba más viajes a Nueva York que a Roma, habían llegado a firmar un
contrato con la firma yanqui 'Tred T. Ley and Co." para que ésta
administrara los bienes inmuebles de la Iglesia peruana. Con el objeto de
deslumbrar a los ingenuos, la casa Ley demolió dos viejas fincas del
Arzobispado y alzó, en su lugar, rascacielos de cinco y seis pisos; pero, el
precio de tanta magnificencia era, como siempre, la parte del león. . . Los
periódicos denunciaron el hecho de que entre el Presidente de la República y el
Vaticano se discutía la posibilidad de un Concordato, mediante el cual
quedaría suprimida la libertad religiosa en el Perú, con predominio para el
clero extranjero.
La consagración de la República al Corazón de Jesús formaba parte del vasto
programa político de Leguía. Y Haya de la Torre resolvió atacar este propósito
substancialmente de orden político, y defender la libertad de conciencia
peruana.” (pag. 83-84; “Haya De La Torre o el político: Crónica de una vida sin
tregua” por Luis Alberto Sánchez, Editorial Ercilla, Santiago de Chile 1936)
PRIMERAS
REACCIONES DEL ANUNCIO DE LA CONSAGRACION DEL PERU AL SAGRADO CORAZON DE JESUS
El anuncio del Arzobispo de Lima en aquella pastoral de Abril de 1923
fue publicado inmediatamente por la revista “El Amigo del Clero” el 1 de mayo de 1923 en los siguientes términos:
“Anunciamos un gran acontecimiento que será de grande gozo para nuestro
pueblo. La República peruana, católica por convicción, por tradición y por la
Constitución, será consagrada oficialmente al Sacratísimo Corazón de Jesús en
el próximo mes y la imagen de este Sacratísimo Corazón de Jesús será
entronizada en la plaza principal de esta capital. Tomada esta determinación
por el Episcopado nacional, interpretando la voluntad de sus feligreses, ha
sido comunicada al señor D. Augusto B. Leguía, Presidente Constitucional de la
República, quien, en su calidad de Patrono de la Iglesia en el Perú, se ha
dignado tomar el acto bajo su oficial y alta protección y señalará el día y
dictará las medidas que estime conveniente”.
Clemente Palma |
El anuncio de la ceremonia fue recibido inicialmente con tímidas muestras de repudio. El primero en manifestar
su protesta fue Clemente Palma quien a pesar de ser diputado gobiernista tuvo la valentía de publicar un artículo en
el diario “La Crónica” y la revista “Variedades” que tenía a su cargo la dirección donde
en su N° 794, de fecha 19 de mayo de
1923; escribiría lo siguiente: “la nación peruana, siendo católica, buena
católica como es, no consentiría como nación, porque no conviene ni para su
prestigio externo, ni para su tranquilidad interna, promover en estos momentos
una demarcación religiosa, provocar enconos y divisiones, para que el poder
eclesiástico ostente vanidades de predominio espiritual, que no se limitan al
vasto campo de la conciencia privada y del hogar, sino que va hasta la
involucración del Estado mismo, haciendo retroceder a los tiempos pretéritos”
luego señala que la sociedad política opositora al régimen se podría agrupar “…en una comunidad de protesta activa
y sirva para dividir más a la familia peruana. Con este acto inconsulto el
señor Arzobispo va a colaborar para que la política explote una nueva fuerza de
desunión y de odiosidad.” Luego casi al finalizar su artículo con un
desconocimiento total de la formación de una nueva generación pujante, con un
nuevo espíritu reformador en los aspectos socioeconómicos del país y pensando tal vez en la juventud de su entorno
de clase social aristocrática a la que
encarnaba escribe; “La juventud de hoy no es la ardorosa juventud
de antaño, que se acaloraba con ciertos asuntos públicos; el pueblo hoy se
inhibe de intervenir en esta clase de negocios, y en general toda la
colectividad nacional prefiere no preocuparse de invasiones más o menos
perceptibles de sus derechos. Por consiguiente, quizás nuestros temores no
tengan un fundamento real, y sólo signifiquen deshago de crítica, inspirado por
el sentimiento de la dignidad ciudadana y de respeto a nuestros fueros de
miembros de una nación que tenemos la vanidad de creer civilizada”. Obviamente
se equivocó en este último análisis de su artículo de protesta contra la Consagración
de la nación al Sagrado Corazón de Jesús. Numerosas personalidades enemigas del
régimen con afán de aprovechamiento secundaron pronto a la protesta,
principalmente el diario El Comercio. Todos coincidían en señalar que se
trataba de una maniobra política y de un atentado contra la libertad de
conciencia. El ambiente estaba caldeado pero hacía falta que alguien tomase la
iniciativa para canalizar la protesta. Había llegado el momento de la acción
que correspondía a la nueva generación de obreros y estudiantes que se
agrupaban en las Universidades Populares Gonzales Prada (UPGP). El domingo de
20 de mayo, una comitiva de estudiantes de la Universidad de Mayor San Marcos
se dirigieron a las imprentas de El
Comercio, La Prensa, La Crónica y El Tiempo para que se divulgara una moción y
una convocatoria dirigida por los estudiantes universitarios, alumnos de las
escuelas especiales y de la universidades populares a la asamblea general a realizarse martes 22 de mayo de 1923 a las cinco de la
tarde, con el objeto de pronunciarse
sobre la consagración del Perú al Corazón de Jesús y acerca de la declaración
de principios, que con este motivo la juventud debe hacer. Nuevamente
acudiremos a la versión de Luis Alberto Sánchez quien refiere lo siguiente: “Para
llevar a cabo la campaña, organizada por la U.P. G. P. — cuyos profesores de
entonces, de los primeros días, eran
Luis F. Bustamante, Oscar Herrera, Luis E. Heysen, Enrique Cornejo Koster,
Julio Lecaros, Jacobo Hurwitz, Nicolás Terreros, — se emplearon varios medios.
Ninguna ayuda fue desperdiciada. Los estudiantes, obreros, grupos de
campesinos, profesionales y aun núcleos masónicos, y de simples adversarios
políticos de Leguía, cooperaron a mover la maquinaria en "defensa de la
libertad de conciencia" que capitaneaba Haya de la Torre.”
Haya De La Torre dirigiendose a los manifestantes en el patio de la Universidad Mayor de San Marcos |
“Y así llegó la noche del 22 de mayo. Reuniéronse profesores y alumnos
de la U. P. G. P. en la Federación
de Estudiantes. Haya de la Torre dijo: — Mañana vamos a dar una lección
práctica al demostrar que nuestra pedagogía es algo vital. El que flaquee debe perder
su puesto y ser castigado. Si yo flaqueo, que se me castigue o se me suprima.
En esta lección viva, nosotros tenemos el deber de ser los primeros. Mañana
vamos al laboratorio de la acción para una gran experiencia. Si no sabemos
conducirla, seremos indignos de ser vuestros maestros. Vosotros debéis ser dignos
discípulos, cumpliendo hasta el fin vuestro deber y cuidando, con toda energía,
de que nosotros lo cumplamos". (pg. 85; “Haya De La Torre o el político:
Crónica de una vida sin tregua” por Luis Alberto Sánchez, Editorial Ercilla,
Santiago de Chile 1936)
LA EPICA JORNADA DEL 23 DE MAYO
Los manifestantes toman la Plaza San Martin aquel 23 de Mayo |
“Amaneció el 23 de mayo de 1923. Desde las 4 de la tarde, el local de la
Universidad de San Marcos estaba repleto de estudiantes y obreros. También
pululaban los agentes del Gobierno y de congregaciones clericales, con el frustrado
objeto de impedir la asamblea. Haya de la Torre llegó a las 5 de la tarde, venciendo
mil obstáculos policiales. La salva de aplausos que lo recibió dio comienzo a
la tensión. En la puerta del Salón General de San Marcos, Seoane detuvo a
Víctor Raúl:
— Conforme a lo acordado, aquí tienes la moción que vamos a presentar.
Léela.
— No tengo
tiempo para leerla, pero si tú has intervenido en su redacción, la firmo ahora
mismo. Ya conoces mi pensamiento. — Y Haya de la Torre firmó la moción central.” (pag. 87; “Haya De La Torre o el político: Crónica de una vida sin tregua” por Luis Alberto Sánchez, Editorial Ercilla, Santiago de Chile 1936)
En la parte
considerativa de la declaración, los estudiantes anunciaron que querían
defender la libertad de cultos y rechazar los avances del fanatismo, luchar por
la adopción de principios radicales que integren la república al movimiento
ideológico que hoy vive la humanidad. Calificaron la ceremonia como un hecho
absurdo y anacrónico porque atenta contra la libertad de conciencia de la
mayoría de los peruanos, acordando:
“(1)
Protestar públicamente de la consagración de la república al culto del Corazón
de Jesús;
(2) Pedir la
separación absoluta de la iglesia y el Estado;
(3) Gestionar
la reforma del artículo quinto de la Constitución en el sentido de reconocer
expresamente la libertad de cultos y declarar que el Estado ni profesa ni
protege religión alguna;
(4) Buscar la
reforma de la actual enseñanza dogmática por medio de leyes que supriman las
prácticas y cursos religiosos de carácter obligatorio, reemplazándolas por
principios morales que eduquen el alma para la razón, para la tolerancia y para
el ideal;
(5) Pedir la
inclusión en el nuevo Código Civil, de la obligación del matrimonio de carácter
civil con prescindencia de todo acto religioso, de la institución del divorcio,
ya aprobado por el Congreso y la supresión de los tribunales eclesiásticos, que
constituyen un atentado a la soberanía nacional;
(6) Conseguir
la dación de leyes especiales sobre el clero que limiten sus facultades y
exijan requisitos en el ejercicio de sus funciones, de manera que se forme un
sacerdocio capaz de comprender y vivir su religión al margen de la vida civil y
política del país;
(7) Solicitar
la supresión absoluta de los titulados “derechos de parroquia” que son la
explotación más innoble de los dolores y necesidades humanas; y el cumplimiento
severísimo de las leyes que exigen en los párrocos la nacionalidad peruana; y,
(8) Gestionar
la supresión de la sección primera del libro segundo de nuestro arcaico código
penal, sobre los llamados delitos contra la religión católica.
En la parte
final del documento, exhortan a los estudiantes a que difundan las ideas científicas
para disipar las infantiles supersticiones y absurdos dogmatismos que impiden en
nuestro medio el libre desenvolvimiento del espíritu humano. La invocación,
también, se hizo extensiva a las instituciones para que se interesen por las
reformas que tendrían carácter económico y social. Esta declaración fue
publicada por el diario El Comercio. Jueves 24 de mayo de 1923.
Siguiendo con
lo escrito por Luis Alberto Sánchez, testigo presencial de los acontecimientos
de aquel día escribe lo siguiente: “Hora y media de ardorosos discursos. Al
cabo de ellos, la Asamblea aprobó la moción que señalaba la Consagración de la
República al Corazón de Jesús como una treta política y reaccionaria, y, como a
tal, la rechazaba. Pero antes, Haya de la Torre pronunció un discurso
formidable. El Tiempo, dijo en su edición del día siguiente, que Haya De La Torre "analizó brillantemente la figura de Cristo, exaltando la
pureza de su doctrina y la elevación de sus ideales de humanidad y de justicia,
que no se compadecen con los prejuicios y métodos absurdos que se están
empleando". El elogio a Cristo en boca de Haya de la Torre tenía una sinceridad
tal, que hasta los reacios aplaudieron.
Y creció el fervor. A las 6 y media, millares de manifestantes se echaban a la
calle. La policía montada, sable en mano, detuvo al cortejo que desbordaba
hacia la Avenida Piérola. Quedó rota la manifestación. El grueso siguió por la
calle de los Huérfanos, mientras otros iban por la Avenida Piérola. Un piquete
de la Escuela Militar se precipitó contra el grupo en que iba Haya. Este,
saliendo al frente, se dirigió al oficial Freyre, que mandaba a los soldados, y
gritó:
— La Escuela de Chorrillos no puede disparar. . . La Escuela no ataca al
pueblo . . .
Y la Escuela no atacó. Pero, seguían las escaramuzas. En la esquina de
los Huérfanos, un pelotón cerró el paso a los estudiantes y obreros, mientras
otro atacó por retaguardia. Sonaron las descargas. Zumbaron las piedras. Tiros de
revólver, gritos. Desde la torre de la Iglesia de los Huérfanos llovieron
disparos sobre el pueblo. Al replegarse éste, dejaba tendidos varios heridos y
dos muertos: el tranviario Salomón Ponce y el estudiante Alarcón Vidalón. Cinco
soldados estaban sin vida. Otros tenían heridas graves. La multitud cargó para
rescatar los cadáveres. Pero, era imposible. Los agentes armados preguntaban:
— '¿Dónde está Haya de la Torre? Vivo o muerto. . .
Y Haya de la Torre, en esos momentos, lleno de furia y de indignación,
transitaba solo por el centro, y a grito herido detenía a los transeúntes,
llamaba a los que estaban en las puertas, y exclamaba:
— Están asesinando a los estudiantes y obreros. . .Vengan conmigo... Vamos
a la Plaza de Armas... Vengan si tienen dignidad... Vamos a gritarle a quien
manda matar que la voluntad del pueblo es todopoderosa. . . Vengan... Abajo los
asesinos... Mueran los criminales...
Salomon Ponce y Alarcon Vidalon, martires del 23 de Mayo |
Y la gente lo seguía. Y llegaron a la Plaza de Armas, frente a Palacio,
venciendo a las tropas con la audacia magnética de tanto brío. Y ahí pronunció
una terrible arenga. De milagro no fue
capturado. Pero había que dar la batalla en toda la línea. Fue a refugiarse al
cuarto de un empleado de casa civilista. De ahí salió disfrazado, y disfrazado
logró entrar, por la mañana del día siguiente, a la Universidad, a fin de dirigir
la nueva asamblea. La Universidad de la Libertad se adhería a la actitud de los
obreros y estudiantes de Lima. Hacía falta, sin embargo, algo más. En vano el
rector Manuel Vicente Villarán trató de impedir que se realizara la asamblea. A
las 12 del día del 24 se acordaba ir al paro general. Y, en seguida, a la calle.
Los obreros que salían de las fábricas se unían a la manifestación y al paro.
Aterrorizada, la fuerza pública replegaba ante el pueblo iracundo. Y el pueblo
llegó de nuevo hasta frente a Palacio. Ahí hablaron varios oradores. Haya de la
Torre, dirigiéndose a los soldados que espectaban absortos, exclamó en su
peroración: “Quien asesina a estudiantes y obreros, no sois vosotros, soldados,
que obráis bajo el terror: es el tirano que se esconde ahí". Nuevamente
habló Haya al llegar a la Plaza San Martín: “Todos los ciudadanos quedan
invitados — dijo — para las 3 de la tarde, a fin de ir a La Morgue y cautelar la
autopsia de los mártires del pensamiento libre. Se les quiere inventar un
fallecimiento. Estemos ahí para obligar a que la verdad triunfe”.
Los manifestantes en la puerta de la morgue el 24 de Mayo |
“Desde la una del día estaban repletos los alrededores de la Morgue.
Circulaban papelitos de diversos colores, con inscripciones incitadoras. La
infantería, con la bayoneta calada, y la caballería, con el sable desenvainado,
custodiaban la entrada a la Morgue. Un obrero, enardecido, pidió que se
desarmara a los soldados. El grito extremista tomaba cuerpo. Había conatos de
choques violentos en condiciones desfavorables para el Frente Único. Se había practicado
ya la autopsia. Ante la presión de la multitud, no hubo médico capaz de emitir
un certificado falaz: Ponce y Alarcón habían caído muertos con bala de fusil
Mauser. La policía se incautó en ese momento de los cadáveres, y dispuso que se
realizara el sepelio. Creció el tumulto. Obreros y estudiantes resueltos
amenazaron a la tropa. Producíase ya una colisión cruenta, cuando surgió Haya
de la Torre. Había logrado llegar disfrazado con los anteojos de Cornelio Koster, que lo acompañaba, un sombrero de Heysen, que también
venía con él, así como el estudiante de Ciencias Naturales, Málaga. Cortando el
diálogo cada vez más tenso Haya de la Torre llamó a los más exaltados y dijo:”
— "Yo respondo de que no se llevará la policía los cadáveres, pero
que haya calma, que se cumplan las órdenes y que me dejen hacer. Respondo de
que nosotros nos llevaremos los cadáveres"...
“Hubo un paréntesis. Heysen, Cornejo y otros estudiantes y obreros,
destacados en comisión, se acercaron al Intendente a manifestarle que la
multitud estaba llana a que en ese momento se realizara el sepelio, como quería
el Gobierno, pero a condición de que obreros y estudiantes condujeran los
ataúdes. Discusión acaloradísima. El Intendente no aceptaba nada. Retiro liso y
llano de la masa. Griterío inmenso. Inquietábamos los caballos. Fulguraban las
bayonetas al medio sol otoñal de aquella tarde tibia. . . Entretanto, Haya de
la Torre, con otro grupo, resuelto a todo, entraba por la parte posterior a la
Morgue, y substraíanse los restos de Ponce y Alarcón. El uno en la caja
mortuoria; el otro en la tapa de aquella caja, ambos pálidos, marfileños, imponentes,
con el aire trágico de la muerte; pegados los cabellos a las sienes,
perfiladas, rígidos. . . Llegaban ya los
raptores a la calle, con su fúnebre carga, cuando el grueso de la multitud advirtió
la estratagema y acudió a ayudarles en la tremenda empresa. La policía cargó, furiosa,
sobre la muchedumbre. Relampagueaban los sables, escuchábanse disparos,
surcaban las piedras el espacio, caían de uno y otro lado, pero el cortejo
avanzaba . . . Fue una lucha titánica: más de dos horas para cubrir la
distancia de un kilómetro. Los caballos de la policía, más humanos que sus
jinetes, reculaban al llegar ante los despojos inermes de las víctimas de la
víspera. Caían unos portadores, pero otros les reemplazaban. Llovían los golpes
de sable sobre los mismos cadáveres, abriéndoles heridas que no sangraban. . .
Carnes heladas, martirizadas hasta después de la muerte, pero tendidas ahí como
un símbolo perdurable. . -
Volantes de protesta publicado por las UPGP por la pretendida maniobra politico-religiosa del arzobispo Lisson y el presidente Augusto B. Legia |
Piedras, tiros, sables, denuestos, palos, y el cortejo avanzaba hacia la
Universidad. . . Haya de la Torre, rodeado por un grupo de obreros heroicos,
dirigía la batalla cívica. Al pasar frente al cuartel de Santa Catalina, la tropa
hizo un supremo esfuerzo para arrebatar los restos de Ponce y Alarcón. No pudo
hacerlo. En la puerta misma de la Universidad, un negro gigantesco, sable en
mano, sobre una cabalgadura menos feroz que su jinete, trató de impedir la entrada.
Cayó derribado. Y la multitud irrumpió en los claustros, portadora de sus
muertos; y atronaban el espacio ayes y hurras; y en el Salón de Grados de la
Facultad de Letras, cuajado de doctores feudales, se erigió la capilla ardiente
de los dos caídos.”
“La policía resolvió que nadie entrara a la Universidad. En cambio,
franqueó la salida. Los que estaban en el local resolvieron, entonces, no
abandonarlo. A las 9 de la noche, un policía secreta que simpatizaba con el
movimiento obrero-estudiantil, avisó que a las 3 de la madrugada, la fuerza pública,
por orden del Gobierno, asaltaría a mano armada San Marcos, a fin de extraer a
los muertos y evitar el sepelio fastuoso. Al punto 150 obreros y estudiantes recibieron la orden
de inamovilidad y defensa. Haya de la Torre se encerró con los obreros y
acordaron el plan defensivo- Los estudiantes de Ciencias y Medicina prepararon explosivo
y gases lacrimógenos en el laboratorio. Obreros y estudiantes se situaron en la
torre del observatorio meteorológico con la orden de incendiarlo, cuando no
fuera posible resistir el ataque. Haya de la Torre, desde el salón del Decanato
de Ciencias Políticas, ejercía el control general en unión de los delegados
obreros... A las 10 de la noche, intempestivamente se presentó en el local de
la Universidad el Ministro Rada y Gamio, con sus ayudantes, en plan de
inspección. Entró a la capilla ardiente, y se disponía a una visita general,
cuando, advertida su presencia, alguien gritó:
— Ahí está Rada y Gamio. . . A la pila, a la pila. . — y el Ministro
salió a toda prisa del local universitario. Se alojó, por unos momentos, en una
Comisaría vecina. A las 3 y media pasó frente a la Universidad el automóvil del
Presidente de la República con las cortinillas bajas.
A las 4, "Sacrificio" — tal era el nombre de guerra del agente
policial que ayudaba a los estudiantes — telefoneó diciendo que no se
realizaría el ataque. A las 8 de la mañana llegó el Rector Villarán. Ya antes,
Haya de la Torre había tenido que usar la férrea disciplina de acción contra el
propio Rector. En la noche habían cambiado al Intendente de Lima, que ahora era
don Julio Luna. Este aproximóse a la Universidad para parlamentar. El frente
único lo rechazó, desconociéndole en su investidura. En tanto, las
"mujeres libres", encabezadas por la doctora Miguelina Acosta Cárdenas,
se unían al movimiento. El Rector, a un nuevo requerimiento del Intendente,
confesó paladinamente: ''Nada puedo hacer yo: la Universidad está controlada
por estudiantes y obreros; mi autoridad no existe". Luna insistió en tener
una conferencia. El Rector fue en busca de Haya de la Torre.”
“Se encontraba éste descansando sobre el sofá del Decanato de la
Facultad de Ciencias Políticas, tras cuatro días de absoluto insomnio, cuando
Villarán llegó hasta él. Expuso el propósito del Intendente. Haya estaba
descalzo y debía levantarse a dar órdenes. Manos solícitas y civilistas le alcanzaron
los toscos y gastados zapatos. . . Se puso de pie. Dictó disposiciones. Al cabo
se convino en que una delegación, con todo género de garantías, se
entrevistaría con las autoridades. El propósito de éstas era evitar que el cortejo
pasase por las calles céntricas, ya que no se podría evitar la manifestación.
Continuaba el paro general. Además, se llegó a un acuerdo: habría garantías
hasta el Cementerio. El Ministro no se comprometía a más. Haya de la Torre
comprendió la amenaza y preparó el plan de batalla.”
La multitud acompañan
los féretros de los caídos el 23 hacia el cementerio
|
“A las 10 de
la mañana salía el impresionante desfile de la Universidad. Iban 40,000 almas
en pos de los féretros. Desde lo alto de la pila de Jurisprudencia, Haya de la Torre
arengó a la muchedumbre, en cuyo centro, con pálidos semblantes, iban los
catedráticos.
— Esto es
espeluznante — comentaría, sin sonrisas, el doctor Manzanilla. . .
— Imponente — agregó don Luis Miró Quesada, quien, sin embargo, 10 años
después calificaría de irreligioso ese acto en el cual participaba. . . Rojas
banderas flamearon al viento, y avanzaba la muchedumbre con una disciplina
admirable. Llegaban los primeros al Cementerio, cuando la cola del desfile
estaba muy lejos. Desde la Cripta de los Héroes habló Haya de la Torre, en
nombre de la Universidad Popular, glosando el mandamiento cristiano: “No
matarás”. Cristo aparecía redivivo en la oratoria palpitante del líder.
Hablaron en seguida Carlos Alberto Izaguirre, por el Ateneo Universitario Ariel",
del cual era miembro Manuel Alarcón Vidalón; el doctor Humberto Borja, por la
Facultad de Letras; el poeta Manuel Beltroy, por el Conversatorio
Universitario; el chofer Emilio Bobbio, por su Federación; el textil Felipe Barrientos,
por su centro representativo; el obrero Pedraza por las U. P. G. P. ; David
Hevia por los ferroviarios del Callao; Borje, por los obreros de Vitarte, y
Alcocer por los tranviarios... Terminaba la ceremonia. Pero, desde que Haya de
la Torre descendió de la improvisada tribuna, se advirtió un movimiento agresivo
de un centenar de agentes de policía para apresarlo en pleno Panteón. Pero, ya estaba
dispuesta la vanguardia obrera que trabó lucha a brazo partido con los
soplones, mientras se enterraba a los muertos y Haya salía por la parte del
panteón viejo. Había fracasado su intento de quedarse en el Mausoleo de la Familia
Billingshurst, por no haberse podido comunicar a tiempo. Saltó la tapia y, acompañado
por un obrero, se dirigió a un escondite. Fueron avistados por la gendarmería, pero
lograron salir del paso mediante un ardid. A lo lejos sonaban las descargas.
Haya de la Torre desapareció de su acompañante en la calle de la Soledad . . . Al
amanecer, los diarios publicaban el decreto arzobispal suspendiendo el acto de
la Consagración, "considerando que la proyectada consagración de la nación
al Corazón de Jesús se ha convertido en arma contra el Gobierno legítimamente
establecido y contra las instituciones sociales" y "que la iglesia
tiene misión de paz y fraternidad". Era ya el 26, y habían ocurrido muchas
cosas. Heysen, Cornejo Koster, Hurwitz se hallaban perseguidos.
La noche anterior, fresca aún la jornada, un grupo de oficiales de
ejército hizo llegar hasta el escondite de Haya de la Torre la tentadora proposición
de llevarlo a Palacio". Haya de la Torre tenía entonces sólo 28 años. Su
respuesta fue, sin embargo, categórica:
— Diga a esos jóvenes oficiales que les agradezco de todo corazón su
oferta, pero que yo no necesito que me lleven a Palacio. Lo que necesito es la
libertad absoluta del pueblo del Perú. Espero que coadyuven a ello. Nada más''.
Afuera,
todavía sonaban las descararas. Y en los mandamientos del Sinaí se mantenía
enhiesto el terminante: “No matar”. (pags. 85-91; “Haya De La Torre o el político: Crónica de
una vida sin tregua” por Luis Alberto Sánchez, Editorial Ercilla, Santiago de
Chile 1936)
ENCARCELAMIENTO Y DEPORTACION DE HAYA DE LA TORRE
José Carlos Mariátegui algunos años después escribiría en sus “Siete ensayos de la realidad peruana” en
relación a la pretendida Consagración del Perú al Sagrado Corazón de Jesús en
los siguientes términos: “El 23 de Mayo reveló el alcance social e ideológico
del acercamiento de las vanguardias estudiantiles a las clases trabajadoras. En
esa fecha tuvo su bautizo histórico la nueva generación que, con la
colaboración de circunstancias excepcionalmente favorables, entró a jugar un
rol en el desarrollo mismo de nuestra historia, elevando su acción del plano de
las inquietudes estudiantiles al de las reivindicaciones colectivas o sociales”
(pág. 141 ‘Siete Ensayos de la Realidad Peruana” J. C. Mariátegui, Editorial
Minerva, Lima-Perú; 1928)
Efectivamente
la oligarquía de entonces vio con preocupación una nueva fuerza social no
efímera sino organizada e ideologizada que amenazaba su “status quo” por esta
razón el Presidente Legía representante de esta clase social emprendería una
redada impecable a los autores intelectuales de esta magna protesta. Cerrada la Universidad Nacional Mayor de San
Marcos, así como las Universidades Populares; Haya y sus colegas universitarios
buscaron ponerse a buen recaudo en
escondites temporales, burlando la búsqueda de la policía; Haya se hallaba muy enfermo;
“pero el Gobierno trataba de batirlos en
detalle, encarnizándose contra los profesores de la U.P.G.P. Mudó de escondite
Haya de la Torre: lo halló en casa del doctor John A. Mackay, director del
Colegio Anglo-peruano. Ahí, en Miraflores, pasó algunos días de convalecencia.
La biblioteca numerosa — una bandera inglesa adornaba uno de los muros — fue su
asilo preferido. En recuerdo de aquella estancia, Mackay retrató a Haya de la
Torre en su habitación predilecta, con los propios hijos del hospitalario
escocés. No sabían que, andando el tiempo, aquella fotografía hogareña, en la
que aparecía como fondo la bandera de Mackay, habría de ser mixtificada para
utilizarla como "prueba" de que el líder actuaba al servicio del
imperialismo inglés. .” (pág. 95 “Haya De La Torre o el político: Crónica de
una vida sin tregua” por Luis Alberto Sánchez, Editorial Ercilla, Santiago de
Chile 1936).
El 2 Octubre de aquel año Haya es hecho
prisionero y enviado al penal de la isla El Frontón; el prisionero se declaró
en huelga de hambre, y la reacción popular representado en el estudiantado y la
clase trabajadora de la UPGP no se hizo esperar
El 3 de octubre la Federación Obrera Local decretó el paro general con un
pliego de reivindicaciones inmediatas que decía así:
1.- Que el
compañero Haya de la Torre sea puesto en libertad y goce de amplías garantías;
2.- Que el
Gobierno formule la declaración de que se permitirá el libre funcionamiento de
las Universidades Populares González Prada, y de los sindicatos obreros;
3.- Que se
ponga en libertad a todo estudiante u obrero que fuera apresado durante la
presente campaña en pro de la libertad de Haya;
4.- Que se
garantice que no se obstaculizará la formación de nuevas organizaciones
obreras".
El 5 de
Octubre Haya de la Torre logro hacer filtrar una carta al estudiantado y la
masa trabajadora en huelga, carta que lo escribió al día siguiente de su
llegada a San Lorenzo y que alcanzo a publicar la revista El Textil. Decía así:
LOS
ESTUDIANTES Y OBREROS:
"Si
estas líneas logran violar la insultante incomunicación en que se me tiene desde
la media noche de ayer, llegue a vosotros mi saludo.
"El tan
largo tiempo madurado proyecto de mi prisión y destierro se consumó al fin,
aprovechándose de una de las muchas intrigas de Bajo Imperio, que nuestros
prohombres de las diversas jaurías políticas promueven periódicamente, cada vez
que el estómago les grita.
''Fui
capturado por medio de un engaño del comisario de Miraflores, que, después de
prometerme que se trataba de algo personal con él, resultó cómplice,
inconsciente o no, del plan de prisión que consumó el Intendente Elías en
persona. Con rapidez y cuidado fui traído. Comprendo que de lo que paga el
Estado, lo que mejor marcha son los automóviles cuando arrebatan la libertad a
un hombre. No sé cuál será mi suerte, ni me interesa pensar en ella. Cuido sí
de ratificar en estos interesantes momentos de mi vida, la afirmación de mi
credo revolucionario, ajeno, y muy lejos de la podredumbre política nacional."
“Represento
un principio, un credo y una bandera de juventud. Agito y agitaré las
conciencias hacia la justicia. Lucho por producir la precursora revolución de
los espíritus, y maldigo con todo el calor de mi convencimiento a los
explotadores del pueblo, que hacen del Gobierno y la política, vil negociado
culpable."
“Si he de
marchar al destierro, algún día he de volver. Retomaré a mi tiempo, cuando sea
llegada la hora de la gran transformación. Ya lo he dicho y lo repito: sólo la muerte
será más fuerte que mi decisión de ser incansable en la cruzada libertadora, que
América espera de sus juventudes, en nombre de la Justicia Social.”
Prisión de
San Lorenzo, 3 de octubre de 1923.
Haya de la
Torre
Para poner punto final al paro decretado por la Federación Obrera el presidente Leguía
aceptó todos sus puntos de reivindicaciones excepto el primero; el relativo a la libertad de Haya de la Torre.
Con eso no transigía. El Gobierno tenía necesidad de librarse del líder, y
resolvió deportarlo. Víctor Raúl tenía 28 años y 7 meses, cuando el 9 de
octubre le conducían, pálido, sin fuerzas casi, a bordo del vapor “Negada”— un
paquete alemán de carga— con rumbo directo Panamá.
Foto autografiada enviada por correo por Víctor Raúl luego de ser deportado. Allí podemos
leer: “Camino al destierro a bordo del Negada. Octubre 9-1923. Haya de la Torre”.
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¿QUE REFLEXIONES NOS DEJAN PARA LA POSTERIDAD ESTE ACONTECIMIENTO SIN
PRECEDENTES EN LA HISTORIA DE LA REPUBLICA PERUANA DEL SIGLO XX?
Durante las primeras décadas del siglo XX, se instauran una seguidilla
de gobiernos en un periodo de tres décadas en lo que Jorge Basadre denomina con
mucha razón la Republica Aristocrática caracterizada por el dominio del Partido
Civil; quienes en realidad representaban a los intereses económicos de la oligarquía de entonces como los
hacendados azucareros de la costa, los industriales, los comerciantes, las
élites terratenientes de la sierra y en concordato con los intereses económicos
del naciente imperialismo norteamericano. El principal objetivo de estos
gobiernos era indudablemente favorecer sus
inversiones y controlar a las masas populares; ignoradas en sus necesidades básicas
y primordiales como mejoras en sus ingresos salariales, en un buen servicio de salud
pública, así como de un eficiente sistema de educación en los sectores
populares ya que estos gobiernos se despreocuparon de estos menesteres hacia
las grandes mayorías nacionales donde en las áreas rurales existía un alto
nivel de analfabetismo del mismo modo que en los sectores populares de las
ciudades compuesto en su mayoría por los obreros de los centros industriales en
crecimiento; así como de los grandes centros mineros y petroleros en manos de
las grandes transnacionales extranjeras principalmente de empresas
norteamericanas; para estos gobiernos
les era conveniente mantener los altos índices de analfabetismo ya que ellos,
de acuerdo a las normas legales de la época, no podían ejercer el derecho al
voto; si a ello unimos la fuerte influencia religiosa en las masas populares
impuesta por el catolicismo a través de los siglos; se completa el cuadro de dominación
de las masas en todos los frentes, ya que ellas no son participes de las
decisiones políticas por falta de representación en las esferas del gobierno.
La gran fe religiosa de la población peruana, principalmente de los estratos
sociales bajos (el campesinado y la clase obrera) es bien aprovechada no solo
por la oligarquía sino por las autoridades eclesiásticas de la Iglesia
Cristiana Católica y Apostólica; quienes siempre estuvieron al amparo del poder
político en desmedro de sus feligreses muy subrepticiamente. En ese estado de
cosas desfavorables para las grandes mayorías desposeídas es que surge la
figura del insigne intelectual, ideólogo anarquista y polemista Manuel Gonzales Prada, cuya predica cala
profundamente no solo en el proletariado
sino también en la mayoría de la juventud de comienzos de siglo XX denominados
como la generación del centenario. La aparición de la generación del centenario
con figuras como José Carlos Mariátegui, Víctor Raúl Haya De La Torre, Luis
Alberto Sánchez, Jorge Basadre, Raúl Porras Barrenechea, José Luis Bustamante y
Rivero, Oscar Herrera, Luis E. Heysen, Enrique Cornejo Koster, Julio Lecaros,
Jacobo Hurwitz, Nicolás Terreros, Antenor
Orrego Espinoza, Alcides Spelucín, Belisario Spelucín, Federico Esquerre, Juan
Espejo Asturrizaga,Alfredo Gonzales Prada, Jose Jimenez Borja, Pedro Beltran,
Arturo Sabroso, Pablo Abril, Luis Lopez Aliaga, Alberto Arca Porro, Manuel Seoane, Emilio Romero,
Juan José Lora, Jorge Guillermo Legía, Luis Flores, Julia Cordero, Carmen Saco,
Magda Portal, Carlos Manuel Cox, Jorge Eugenio Castañeda, César vallejo, etc.; quienes
a través de su ideología confrontaron las ideas preexistentes de la generación
del novecientos. Es en la Universidad Mayor de San Marcos donde en 1919 se
impulsa la reforma universitaria con el fin de poder elegir a los catedráticos
para así poder recibir una formación de acuerdo a las diferentes corrientes
ideológicas de la época, cuestionando el tradicionalismo de la educación
universitaria y el dominio del civilismo en ese plantel de educación superior. Luis Alberto Sánchez manifiesta en su libro “La
vida del siglo” los antecedentes que inspiraron al espíritu abierto y
libertario de esta generación, a una serie de acontecimientos, pues “…después de
1918 toda nuestra cultura experimenta una transformación radical hacia un
nacionalismo humanista; varios hechos caracterizan, desde diversos ángulos,
dicho cambio. La libertad de cultos en 1915; la Reforma Universitaria con la
consiguiente libertad de catedra en 1919; los movimientos y organizaciones
sindicales a partir de 1918; la conquista de las ocho horas laborales en 1919 y
la legislación para la mujer y el niño que trabajan en 1917….” (pag. 50 “La
vida del siglo” por Luis Alberto Sánchez; editado por Biblioteca Ayacucho,
Caracas-Venezuela)
Las
autoridades eclesiásticas ultraconservadoras de la Iglesia Católica en el Perú vieron
amenazada su predominio e influencia en la población con la ley de libertad de
cultos por eso que tuvieron en el presidente Augusto B. Legía la oportunidad de
recuperar posiciones bajo la pretendida “Consagración
de la Republica al Sagrado Corazón de Jesús”. La juventud de entonces reacciono, no en contra de una institución religiosa en particular; como
sus opositores manifestaron y manifiestan actualmente; sino como lo expresaron en su manifiesto “como
un hecho absurdo y anacrónico porque atenta contra la libertad de conciencia de
la mayoría de los peruanos”. Para finalizar quiero transcribir parte del ensayo
sobre el tema expuesto por Mónica Ferradas Martínez quien manifiesta: “La Consagración del Perú
al Sagrado Corazón de Jesús fue intento de la Iglesia de consolidar y legitimar
su opción contraria a la libertad de conciencia y en particular la libertad de
cultos…”
“La jornada
del 23 de Mayo fue el punto de llegada de una experiencia de frente único que
había empezado a forjarse en enero de 1919 con la participación de los
delegados estudiantiles a favor de las 8 horas para los trabajadores,
experiencia que se consolidó en la Universidad Popular. Es también un hito en
el desarrollo de la protesta popular. Fue la primera vez en que estudiantes y
obreros marchaban juntos, enfrentándose a las fuerzas del orden, pero también
fue la primera vez que multitudes donde participaban obreros luchaban por
derechos que no fueran materiales. Pero, la jornada del 23 de Mayo fue también
un punto de partida. No solo porque el inesperado desenlace, la consagración de
Haya de la Torre y de toda una generación de obreros y estudiantes, derivó
luego en una práctica política más estratégica, sino también porque, en el caso
de Haya y de los que luego fundarían el Partido Aprista, la reivindicación
principal de la protesta, la libertad de conciencia, los marcaría
indeleblemente. La tolerancia y la libertad de conciencia fue una
reivindicación que acompañó al Apra a lo largo de su historia.” (“El 23 de Mayo
de 1923” por Mónica Ferradas Martínez, ensayo publicado por el Instituto de Investigación
de la Universidad Nacional Federico Villarreal)
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