Friday, April 8, 2016


CONFIRMAN POSIBLE DESCUBRIMIENTO DEL NOVENO PLANETA DE NUESTRO SISTEMA SOLAR
 
La confirmación, en enero pasado, de la existencia de un planeta más en nuestro sistema solar presentado por el astrónomo Michael Brown (descubridor de los planetas enanos Eris y Sedna en el llamado cinturón de Kuiper) junto a su colega Konstantin Batygin, en la revista  The Astronomical Journal no hace más que reafirmar la teoría de la existencia del planeta X que muchos astrónomos persiguen desde hace más de un siglo, a raíz de las  observaciones de ciertas anomalías y perturbaciones en las orbitas de Neptuno y Urano. Cuando en 1930 se descubrió el planeta Plutón se pensó inicialmente que la gravedad  de este planeta podría efectuar estas perturbaciones sin embargo los cálculos efectuados teniendo en cuanta el tamaño de Plutón descartó esta posibilidad y continuó la búsqueda.

HACIENDO UN POCO DE HISTORIA

El novena planeta cuando su orbita esta cerca al cinturon de Kuiper
El astrónomo Gerard Kuiper en 1960 predijo la existencia de un conjunto de cuerpos de cometas que orbitaban más allá de Plutón a una distancia de entre 30 y 50 ua (Cada ua es la distancia entre el sol y nuestro planeta, esto es de 150 millones de km), treinta años antes de las primeras observaciones de estos cuerpos ya que en 1992 se descubrió el primero de ellos por un equipo de la Universidad de Hawái, desde esa fecha a la actualidad se han observado más de 1,000 cuerpos celestes en este cinturón de los cuales dieciocho son planetas enanos, algunos son ligeramente más pequeños que Plutón  tal es el caso de Eris, descubierto en el 2005 por Brown quien ya dos años antes también descubrió Sedna, otro pequeño y lejano mundo, mucho menor que Eris, este último cuerpo celeste es un pequeño y distante mundo helado del mismo tamaño de Plutón y que demostró que el hasta entonces noveno planeta de nuestro sistema era más que uno entre muchos mundos similares del cinturón de Kuiper; fueron estos descubrimientos los que provocaron que un año más tarde, en 2006, la Unión Astronómica Internacional reclasificara a Plutón, privándole de su título planetario y degradándolo a planeta enano.  La sonda espacial enviado por la NASA New Horizons descubrió que Plutón tenía un satélite de la mitad de su masa que se le llamo Caronte, otra características de los gélidos planetas enanos del cinturón de Kuiper es que tienen una órbita elíptica  que en su otro extremo llegan alcanzar la zona interior de la nube de Oort que empieza a unos 2,000 ua.

Orbitas de los planetas enanos y la orbita del noveno planeta

La nube de Oort es una nube esférica de objetos transneptunianos (Un objeto transneptuniano o transneptúnico es cualquier objeto del sistema solar cuya órbita se ubica parcial o totalmente más allá de la órbita del planeta Neptuno.), que envuelven nuestro sistema solar.  Estos objetos transneptunianos que se encuentran en la nube de Oort son hipotéticos (es decir, no observada directamente) que se encuentra en los límites del sistema solar, casi a un año luz del Sol, y aproximadamente a un cuarto de la distancia próxima a Centauri, la estrella más cercana a nuestro Sistema Solar (Se cree que la nube de Oort se extiende desde 2000 ua o 5000 ua hasta 50 000 ua del Sol, aunque algunas fuentes sitúan su límite entre 100 000 ua y 200 000 ua) . Lo cual quiere decir que nuestro sistema solar no terminaba con el planeta enano Plutón sino que se extendía hasta las cercanías de la nube de Oort (algunos astronomos inclusive la incluyen como los linderos de nuestro sistema solar). La Unión Astronómica Internacional  por los datos recibidos por la sonda New Horizons  establecía que los límites del cinturón de Kuiper son de 30 ua a 100 ua.  Michael Brown y su colega Konstantin Batygin eran del grupo de astrónomos que descartaban la existencia del Planeta X y tras algunos cálculos y mediciones establecieron la hipótesis que explicaban la mecánica cósmica de las llamadas "perturbaciones" de las órbitas Urano y Neptuno. Sin embargo al descubrir los planetas enanos Eris y  Sedna y la mecánica elíptica de sus orbitas similares a los otros dieciséis planetas enanos descubiertos en esta última década llegaron a la conclusión inequívoca de la existencia de un planeta tan grande como Neptuno cuya orbita seria excéntrica y elíptica y en un plano  angular respecto al plano de  las orbitas de los ocho planetas de nuestro sistema solar y cuya ubicación estaría entre los 100 ua cuando se aproxima al sol, el perigeo ( es decir muy cerca del cinturón de Kuiper) y  a 2,000 ua, el apogeo, en su lugar más lejano del sol es decir dentro de la nube de Oort, este nuevo planeta necesita entre 10.000 y 20.000 años para hacer sólo una órbita completa alrededor del Sol, la fuerza de su gravedad es tal que arrastraría a los planetas enanos conocidos a tener la misma forma elíptica de sus orbitas. Se sabe desde hace tiempo que las extrañas «maniobras orbitales» de estos pequeños mundos podrían explicarse gracias a la perturbación gravitatoria de un hipotético planeta gigante nunca visto hasta ahora.
La Nube de Oort
En 1999 el astrónomo John Matese de la Universidad de Luisiana en Lafayette planteo la existencia de un hipotético planeta gaseoso situado en la nube de Oort en los límites exteriores del Sistema Solar, planeta al que se ha llamado Tyche; Matese y su compañero Daniel Whitmire sostienen que las pruebas de la existencia de Tyche se pueden ver en el supuesto de origen de los cometas de largo período; así como la existencia de una variedad de meteoritos lanzados al interior de los planetas del nuestro sistema solar desde el cinturón de Kuiper, cuando la órbita de dicho planeta se aproxima al conjunto de meteoritos que se ubican en este cinturón. Aun cuando esta teoría fue vista con mucho escepticismo por la ciencia astronómica oficial de la época, con los cálculos y demostraciones hipotéticas concluyentes de Michael Brown y su colega Konstantin Batygin  en Enero último, podría decirse que los pioneros de esta teoría fueron Matese y Whitmire.

En 1984 fue publicado  un artículo de investigación  por R. A. Muller (físico, Universidad de California en Berkeley), Piet Hut (físico, Instituto de Estudios Avanzados de Princeton) y Marc Davis (Princeton) en la revista Nature que denominaron Hipótesis Némesis, donde se postulaba la posibilidad  de que nuestro Sol forme parte de un sistema binario con una estrella oscura y pequeña, tal vez una enana marrón que orbitaría a entre 1 y 3 años luz de su pareja. Cada 26 millones de años, Némesis pasaría cerca o entraría en la nube de Oort, desestabilizándola y lanzando lluvias de grandes cometas en dirección al Sol, lo que nos explicaría la aparente periodicidad de los grandes impactos y las extinciones asociadas (confirmada por el registro fósil y los estratos geológicos de iridio extraterrestre). Esta hipótesis causo tanto revuelo en los medios científicos que fue desestimada ya que las grandes extinciones no coinciden con la periodicidad de años que los mentores de esta hipótesis referían.

 

LA EXISTENCIA DEL PLANETA X EN LA MITOLOGIA DE LAS ANTIGUAS CIVILIZACIONES DE LA HUMANIDAD

Desde los albores de nuestra humanidad, el hombre siempre observo el cosmos como queriendo buscar respuestas a los fenómenos atmosféricos, telúricos y volcánicos que se manifestaban en nuestro planeta, su  habitad; e intuitivamente la relacionaban con los cuerpos celestes que podían apreciar en la inmensidad del espacio estelar nocturno y al sol durante el día; e incluso les dieron un contenido de espiritualidad a las estrellas y cuerpos celestes observados elevándoles al rango de divinidad; es así como nacen las creencias religiosas; tal como lo explica Stephen Hawking en su libro “El gran diseño” cuando escribe: “… la mayoría de los fenómenos de la naturaleza pareció imposible de predecir para nuestros antepasados. Volcanes, terremotos, tempestades, epidemias y uñas de los pies creciendo hacia dentro parecían producirse sin causas obvias ni regularidades manifiestas. En la Antigüedad, resultaba natural adscribir los actos violentos de la naturaleza a un panteón de deidades traviesas o malévolas. Las calamidades eran consideradas a menudo como una señal de que se había ofendido a los dioses” (pg. 8 “El Gran Diseño” por Stephen Hawking, Ediciones Critica, España 2010). Hawking manifiesta que fueron los sabios Jónicos quienes ya en el siglo V AEC dieron explicaciones racionales sobre los fenómenos cósmicos, como los eclipses lunares y de sol,  el último de los sabios jónicos  Aristarco (310-230 AEC), estableció la heliocentridad del sol en nuestro sistema solar;  sin embargo lo que Hawking quiere ignorar es que muchos de esos conocimientos son mucho más antiguos; los últimos estudios de las tablillas sumerias (la primera civilización conocida de nuestra actual humanidad)  sugieren que ellos ya tenían este concepto tres mil  años antes que los sabios jónicos, ya que fueron los primeros que calcularon la  precesión de los equinoccios por lo tanto tenían que haber tenido la conceptualización de la heliocentridad del sol respecto a los demás planetas de nuestro sistema solar;  Zecharia Sitchin un erudito en el
Zecharia Sitchin mostrando un antiguo bajo relieve acadio,
conocimiento del hebreo moderno y clásico, de las lenguas semíticas y europeas, el Antiguo Testamento y la historia y arqueología del Oriente Próximo, además estudió en la London School of Economics and Political Science y se licenció en la Universidad de Londres; en su libro “El duodécimo planeta” nos dice que el conocimiento de los antiguos sabios jónicos del que nos habla Stephen Hawking “se basaron en un conocimiento acumulado y verificado durante milenios siendo sus mentores, «los astrónomos babilonios de Erek, Borsippa y Babilonia». Gemino de Rodas indicó a los «caldeos» (los antiguos babilonios) como los descubridores de los movimientos exactos de la Luna. El historiador Diodoro Sículo, en el siglo I a.C, confirmó la exactitud de la astronomía mesopotámica, y afirmó que «los caldeos dieron nombre a los planetas... en el centro de su sistema estaba el Sol, la luz más grande, del cual los planetas eran 'descendientes', reflejando la posición y el brillo del Sol». La fuente  del conjunto de  conocimientos astronómicos griegos era, entonces, Caldea; invariablemente, aquellos primitivos caldeos poseían un conocimiento mayor y más preciso que el de los pueblos que les siguieron. Durante generaciones, por todo el mundo antiguo, el nombre «caldeo» fue sinónimo de «observadores de estrellas»: de astrónomos. (pag. 125; “EL 12º PLANETA-El primer libro de “Crónicas de la Tierra” por Zecharia Sitchin, Ediciones Obelisco, Espana; 1976). Más adelante nos escribe “El descubrimiento de las civilizaciones mesopotámicas, realizado con las excavaciones efectuadas en los últimos cien años, no deja lugar a dudas de que, tanto en el campo de la astronomía como en otros muchos campos, las raíces de nuestro conocimiento están profundamente arraigadas en Mesopotamia. También en este campo hemos recurrido  y continuamos el patrimonio de Sumer.” (Pag. 126 Ibíd.) Coincidiendo en este aspecto con otro prestigioso erudito con las antiguas civilizaciones como Samuel Kramer quien escribe: “Los sumerios reflexionaron y especularon sobre la naturaleza del universo, sobre sus orígenes y aún más sobre su organización y modo de funcionar. Existen buenas razones que permiten suponer que durante el tercer milenio a.C. hizo su aparición un grupo de pensadores y profesores, quienes para responder  a estos problemas, habían construido una cosmología y una teología tan inteligentes y convenientes que quedaron y gozaron de un inmenso prestigio, en una gran parte del próximo Oriente Antiguo” (pag. 71 “La Historia empieza en Sumer” por Samuel N. Kramer; Ediciones ORBIS SA, Barcelaona-Espana, 1985 edición en Español, la primera edición fue el año 1956 en Ingles bajo el auspicio de la editora AYMA en Colorado USA).

 Bueno a todo esto me preguntaran ¿Qué tiene que ver todo esto con los últimos descubrimientos astronómicos mencionados líneas arriba? Es indudable que la búsqueda del Planeta X también despertó el interés de investigadores en otros campos relacionados con la  Historia de las antiguas civilizaciones, como el mencionado Zecharia Sitchin ya que en la reinterpretación de la antiguas tablillas sumerias nos relata que  se hallan registradas el conocimiento que tenía esta antigua civilización de un planeta más de nuestro sistema solar llamado Nibiru de donde provinieron sus dioses que llamaron los Annunakis (Los que del cielo bajaron a la tierra). Los Sumerios conocían los planetas de nuestro sistema solar llamándoles de la siguiente manera: Apsu (Sol), Mummu (Mercurio), Lahamu (Venus), Ki  (La Tierra), Kingo ( La Luna), Lahmu (Marte), Kishar (Júpiter), Anshar (Saturno), Anu (Urano), Ea (Neptuno) y Gaga (Plutón) y a ellos incluyen a Nibiru.
La tablilla Acadia, que en la toma anterior estaba en poder de Sitchin, nos muestra nuestro sistema solar tal como lo veian las antiguas civilizaciones mesopotamicas
 
Muchos investigadores seudocientíficos propusieron muchas teorías tales como Joaquín Amórtegui Valbuena (V.M. Rabolú) quien en 1998 publicó un libro titulado “Hercobulus o El Planeta Rojo”, que pertenecería a un sistema solar llamado Tylo, este gigantesco planeta pasaría cerca de la tierra a unos 15 millones de kilómetros que causaría muchos desastres;  es posiblemente que   haya recabado información sobre el tema y relacionado estos estudios con las predicciones proféticas de los Mayas y de muchos libros de la biblia, como en el capítulo 24 del Evangelio de Mateo versículo 29 “ Inmediatamente después de la tribulación de aquellos días, el sol se oscurecerá, la luna dejará de brillar,  las estrellas caerán del cielo y los astros se conmoverán” ;   Apocalipsis capítulo 6, 14-17: “Miré cuando abrió el sexto sello, y he aquí hubo un gran terremoto; y el sol se puso negro como tela de cilicio, y la luna se volvió toda como sangre; y las estrellas del cielo cayeron sobre la tierra  como la higuera deja caer sus higos cuando es sacudida por un fuerte viento.  Y el cielo se desvaneció como un pergamino que se enrolla”. También tenemos en apocalipsis 8; 10-11: “El tercer ángel tocó la trompeta, y cayó del cielo una gran estrella. Y el nombre de la estrella es Ajenjo. Y la tercera parte de las aguas se convirtió en ajenjo; y muchos hombres murieron a causa de esas aguas, porque se hicieron amargas.” Si bien es cierto que las predicciones de Rabolú   no se sucedieron, lo que si llama la atención es que en muchos pasajes de los libros de la Biblia se hace mención de predicciones catastróficas como un castigo divino. Es indudable que los textos bíblicos mencionados se basan en tradiciones de las civilizaciones que se  desarrollaron entre los ríos del Éufrates y el Tigris herederas del conocimiento de los Sumerios, la más antiguas de todas; lo cual quiere decir que las profecías bíblicas predecían acontecimientos catastróficos  que ya se contaban entre las más antiguas civilizaciones quienes referían que estos sucesos se repetían cada cierto periodo de tiempo  y que los consideraban como un castigo divino; así que no se necesitaban ser pitonisas ni profetas para predecir eventos que se repetirían cíclicamente cada milenios de años. Los Sumerios narran en sus tablillas que el diluvio se debió a la aproximación de Nibiru (el planeta de sus Dioses) hacia la tierra; para los historiadores la presencia de los Sumerios  al sur de Mesopotamia hace unos ocho mil años es un enigma, ya que este grupo humano no pertenecían a la región donde la mayoría eran de origen semita; sea del lugar de donde provenían ellos tenían mucho más conocimientos en todo orden de cosas 
Es posible que un gran diluvio haya destruido la Atlantida 
que los nativos de aquella región, coincidentemente sucedió tres milenios después de la última era glacial cuyo cambio fue brusco e inexplicable dando origen a grandes inundaciones, conocidos por todos los pueblos del orbe como el gran diluvio universal; donde se supone  que desapareció la gran civilización de los atlantes.
 ¿ Sera  que los antiguos sumerios hayan sido sobrevivientes de los atlantes?.



 
La existencia de un  planeta tan grande como Neptuno y que cada 20,000 años se aproxime al cinturón de kuiper, podría arrojar hacia dentro de nuestro sistema solar muchos asteroides de hasta 100 kilómetros de diámetro; imagínense que en el pasado el asteroide que impacto con la tierra hace 65 millones de años y que provoca una extinción masiva de vida animal borrando de nuestro planeta a los gigantescos dinosaurios, se calcula que tuvo solamente unos 20 kilómetros con un impacto de varias bombas atómicas que cosa haría un meteórico de 50 o 100 km de diámetro. Sin embargo lo más probable es que los mas pequeños y livianos sean los primeros en salir disparados al interior de nuestro sistema solar; sabemos que con mucha frecuencia atraviesan y hasta impactan con la atmosfera de nuestro planeta pequeños meteoritos de hasta el tamaño de un balón de futbol que se desintegran   sin causar mayores estragos; el 15 de febrero del año 2012 un asteroide  al que llamaron DA14, con un tamaño de unos 50 metros de longitud paso cerca de la Tierra, a una distancia de sólo 27.700 kilómetros.
Asteroide DA14 que el 15 de febrero del 2012 paso cerca de la tierra

Y el mismo día, una roca espacial de 17 metros explotó  sobre los Montes Urales en Rusia,  con una energía de alrededor de 40 kilotones de TNT. Se sabe que unas 1.000 personas resultaron  heridas ya que la ola del impacto quebró ventanas y azotó edificios. Los astrónomos de la NASA recién se dieron cuenta de la existencia de este meteorito cuando ya lo vieron pasar a través de  los telescopios; no se percataron de la existencia de este objeto espacial con mucha antelación, es decir que su paso nos sorprendió. Es muy posible que en el pasado prehistórico cuando el noveno planeta se acercó al cinturón de Kuiper haya lanzado al interior de nuestro sistema solar pequeños meteoritos miles de veces más que los que habitualmente  pasan por las cercanías de nuestro planeta. La posibilidad que en el lejano pasado  nuestro planeta pudo haber sido víctima del  impacto de meteoritos relativamente grandes y que además estos impactos  pudieron haber causado muchos estragos desapareciendo a antiguas civilizaciones se hace viable con los actuales estudios efectuados por los astrónomos  Michael Brown y Konstantin Batygin, además tales acontecimientos que pudieran sucederse cíclicamente cada 20 mil años con mínima intensidad en muchos casos y otros tan catastróficos que quedaron en la memoria colectiva de los pueblos sobrevivientes y quienes volvieron a empezar a formar nuevas culturas.

Si tan solo nos imaginamos que nuestra especie, el homo sapiens, aparece sobre las faz de la tierra hace más o menos unos 160 mil años; no creo que hayan tenido que medrar tantísimos años para recién hace unos siete mil años formar la primera civilización conocida como la de los Sumerios. Así que la historia de los Atlantes en la tradición de los egipcios contado por el sabio Solón a Platón muy bien no haya sido tan solo una leyenda. Zecharia Sitchin nos escribe lo siguiente: “…. el Diluvio no fue un acontecimiento local o una inundación periódica. Fue, según todos los relatos, un acontecimiento de una magnitud sin precedentes que sacudió la Tierra, una catástrofe que ni el Hombre ni los dioses habían experimentado hasta entonces, ni han experimentado después.”

 

 
“Los textos bíblicos y mesopotámicos que hemos examinado hasta ahora dejan unos cuantos misterios por resolver.”
“¿Qué terrible experiencia sufrió la Humanidad, que hizo que a Noé se le llamará «Respiro», con la esperanza de que su nacimiento señalara el fin de las penurias?”
“¿Cuál era el «secreto» que los dioses juraron guardar, y del que se acusó a Enki de haberlo desvelado?”
“¿Por qué el lanzamiento de un vehículo espacial desde Sippar fue la señal para que Utnapistim entrara y sellara el arca?”
“¿Dónde estuvieron los dioses mientras las aguas cubrían hasta la más alta de las montañas? ¿Y por qué valoraron tanto el sacrificio de carne asada que hizo Noé/Utnapistim?”




“A medida que vayamos descubriendo las respuestas a éstas y otras preguntas, veremos que el Diluvio no fue un castigo premeditado, producido por los dioses por voluntad propia. Descubriremos que, aunque el Diluvio fue un acontecimiento previsible, también fue inevitable, una calamidad natural en la cual los dioses no representaron un papel activo, sino pasivo.” (Pag. 257  “EL 12º PLANETA-El primer libro de “Crónicas de la Tierra” por Zecharia Sitchin, Ediciones Obelisco, España; 1976).

La tecnología con la que actualmente poseemos no solo nos permitirá descubrir muchos enigmas del cosmos sino que además nos posibilitaría conocer el entorno de nuestro sistema solar acercándonos cada vez más al conocimiento de nuestro pasado prehistórico, desvelando muchos misterios que aun rondan fantasmalmente entre el mito y la realidad histórica.